Una psicóloga nos cuenta su experiencia «sin diagnóstico»
«Hij@s sin entender qué les pasa a sus padres, madres y padres sin entender qué les ocurre a sus hij@s.«
María
Incertidumbres, preguntas sin respuestas. Supervivencias y acompañamientos desde la frustración, en el vacío del no saber científico, y en la certeza del amor y los vínculos.
Comprender lo que nos rodea y poder anticiparnos, es una de las necesidades del ser humano, porque nos da seguridad, confianza, y nos ayuda a manejar el miedo.
Las personas y familias sin diagnóstico son expertas a la fuerza, en esa incertidumbre que llamamos intemperie. Están cada día sobreviviendo a una tormenta en la que el refugio son ellos mismos y su capacidad de gestionar las emociones y el dolor, que como sabemos es una capacidad limitada, y necesita apoyos.
A esa autogestión del miedo y la lluvia sin paraguas, hay que añadir la incomprensión de agentes sociales o educativos, que sin un informe médico avalando la sintomatología, en muchas ocasiones juzgan y agotan a preguntas a unos padres que se ahogan en esa tesitura de dar respuesta a preguntas que ellos mismos se hacen cada día.
Una sanidad recortada, una investigación centrada en los grandes números, y una industria farmacológica que se ha olvidado de su verdadera función, son elementos que dejan solas a las personas sin diagnóstico…
Centradas en el presente, en el reto diario de superar las dificultades, y celebrando cada paso que alcanzan, las personas sin diagnóstico nos ofrecen el verdadero reto al que todas estamos llamadas: vivir, celebrar y abrazar lo que tenemos. Con mucha fuerza, con la alegría del que sabe de las pequeñas cosas, de esas que existen en el momento que son sentidas y experimentadas.
Respirar suave, con la valentía y el tesón de seguir caminando.
A todos los que podáis sumaros a la Asociación: gracias.
Y sobre todo, gracias por validar con empatía su experiencia.
Como un gran maestro dijo a sus alumnos: «Si podéis curar, curad. Si no podéis curar, aliviad. Si no podéis aliviar, consolad. Y si no podéis consolar… Acompañad.»
María